Carta de un padre ausente
Te preguntarás por qué recién ahora y hoy te estoy escribiendo estas
líneas.
Sé que no he estado muy presente en tu vida, pero creo que como dice el
dicho más vale tarde que nunca.
En realidad no sé por dónde empezar. Si hago un recuento de las muchas
oportunidades que he tenido para verte y de las pocas veces que realmente las
he aprovechado, me lleno de vergüenza y de culpa. Lo peor es que a estas
alturas de mi vida, eso es lo único que queda entre tú y yo.
Pero aunque quizás sea tarde para pedir disculpas o justificar mis actos, quizás estas líneas te ayuden a entender mi disposición y los motivos que me llevaron a obrar como lo hice y con ello alivianar un poco el peso de mi ausencia que seguro que hasta hoy lo tendrás muy presente.
Cuando me dijeron que iba a ser padre, era apenas un joven como tú. No
estaba preparado ni me sentía lo suficientemente fuerte como para ser el padre que
me hubiera gustado tener. Mi padre jamás dedicó un instante a nosotros y lo que
más temía era convertirme en él.
Ya ves cómo son las cosas del destino. Ahora heme convertido en
exactamente una calca de aquello que tanto aborrecí durante mi niñez y
juventud.
Si tuviéramos la oportunidad de hablar con nuestro “yo” de años más
adelante y escucharlo atentamente, ciertamente evitaríamos tomar muchas de las
decisiones que años más tarde se desvelan como una gran equivocación,
irreversible y abominable.
Hoy que ya las canas cubren mi cabellera, y los años han calado hondo
mis huesos, no pasa un día en el que no me arrepienta de no haber cultivado,
alimentado y nutrido mi relación contigo, así sea los domingos o cada
cumpleaños.
Daría lo que fuera para volver a ese momento en el que naciste y
decirte lo orgulloso que estoy que me hicieras padre.
Hoy me doy cuenta que aunque, en realidad mi presencia era lo único que
podía darte, quizás era lo único que querías de mí.
Me solía comparar siempre con otros padres y lo mucho que gastan por
sus hijos y lo que les pueden regalar y siempre pensaba que yo no era lo
suficiente, que no tenía qué darte y me preguntaba si vas a estar orgulloso de
un fracaso como yo. Y sin embargo la verdad es que incluso un fracasado como yo
tiene ese lugar de padre tan particular, que no puede ser reemplazado por nadie
más.
Y para finalizar quizás te preguntes, que pretendo con estas líneas.
Quizás creas que lo que pido es una absolución. En parte, no lo voy a negar, es
así. Pero no de ti, sino de la vida.
Lo que te pido a ti y a la vida es una última oportunidad de recomponer
mis errores, de resarcirme, y por una vez en la vida, asumir aquello que tanto
he postergado y que la madre naturaleza y Dios me han ofrendado.
Quiero poder estar contigo, conocerte, pasar ratos amenos, y recuperar
el lugar de padre que he evitado.
Si estás dispuesto y eres capaz de aplacar tu enojo, vuelve a abrir ese
lugar en el corazón al que pertenezco. Te aseguro que para ambos pueden llegar
aún años maravillosos y memorables.
Te quiere
Tu padre.
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