Plantar un árbol,
Escribir un libro
Educar a un hijo
y…ser maestro o mentor
Einstein fue un científico brillante, pero un maestro
mediocre, Picasso nunca se preocupó por legar su pericia, sus destrezas a
alguien, al contrario, su ego era tan impávidamente grande que concebir que
pudiera tener un sucesor era algo inimaginable para él y más bien abominable…
Beethoven si bien estricto y exigente, era temido y su
grandeza se desvanecía por completo en sus ataques de ira y cólera, que a su
vez reflejaban las consecuencias de una infancia tullida. Quizás si se hubiera
empeñado en ser un buen maestro hubieran sanado sus heridas.
La grandeza de alguien no lo convierte en un buen maestro o mentor.
Es más bien lo contrario. El camino del
maestro o mentor terminan por alisar el diamante en bruto, que es, le
proporcionan una nueva cara, un nuevo lado.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Y no basta con ser “nombrado”
profesor pararse frente a la clase y hablar.
Uno de los casos más difíciles que he tenido es, enseñarle a
una pareja de jubilados el idioma alemán, por ejemplo. Y no porque fueran más
lentos, menos inteligentes (ambos eran profesores eméritos de una universidad
de renombre), sino porque era yo quien debía renunciar a hacerlo “a mi manera”.
Cuando uno toma en serio el desafío, al estudiante o a
mentoree (mentorado) se convierte en tu examen un tu prueba, en tu obra. Es él
o ella quien te indica por dónde ir, los caminos y las opciones. Conseguir que
te entienda, que te haga caso, depende también de cómo y de qué manera.
Obviamente tiene sus limitaciones. Tampoco se trata de hacer
más del 50 % y apadrinar o “amamantar” ( que es lo que muchos maestros hacen
para en realidad evitar o circunvalar el” verdadero esfuerzo” – y si bien
obtienen resultados positivos, no son los de sus discípulos, o estudiantes,
sino los suyos.)
Se trata de transitar la senda difícil del dar para ver. Cuando
escucho aquello de que los maestros dan y muchas veces no ven el fruto de lo
que han dado digo “¡eso está mal!” porque al igual que un carpintero hace
entrega de un mueble con resultado garantizado o un ingeniero inaugura un
puente precautelando que no se derrumbe, el maestro debe haber verificado el
fruto de su trabajo y hacer entrega del estudiante, de manera impecable. Recién
entonces termina su trabajo realmente.
Lógicamente, y repito eso se da solamente si también el
estudiante cumple con su parte. Como suelo decirle a muchos de mis estudiantes
particulares antes de iniciar las clases “Todo depende de ti, a un estudiante
que no tiene ganas de aprender tampoco lo hace estudiar un profesor de Harvard
o Cambridge, etc.
Termino este artículo acordándome de mis grandes maestros en
silencio pero con mucha devoción. No voy a nombrarlos uno por uno…al menos no
en este blog, pero algunos de ellos pasaron por mi vida tan solo en una tarde,
en un momento, en un destello, simplemente para enseñarme algo,¿ o era la vida
que lo hizo a través de ellos?