¿Honrarás a papa y a
mama…
o amarás a papá y a
mamá?
¿Qué sentido tiene obedecer
o incluso honrar a los padres cuando
nosotros vemos que no tiene sentido, y
valga la redundancia?
¿Qué ocurriría?
¿Caería un
rayo celestial fulminante que nos borre de la faz de la tierra?
¿O podríamos descubrir que detrás
del conflicto, las diferencias, la distancia incluso
la pelea, se abre un
espacio virgen de la relación con los padres,
inimaginable, madura y sumamente
interesante?
Como de la calma
reconfortante después de la tormenta…
Kelsey Vere |
Habrá ocurrido hace quizás 35 años. Eran las 04:00 de la
mañana, un invierno oscuro. Soplaba un viento frío, casi polar por las calles
de mi ciudad universitaria de Bonn, Alemania.
Venía de una fiesta latina…( porque las alemanas terminaban
a las 12:00) y pensé que no iba a haber un alma en esas circunstancias, cuando
sorpresivamente vi parado a un hombre ya mayor ante un semáforo, esperando que
se active la luz verde para cruzar.
“Typisch deutsch “(típico alemán) pensé para mis adentros,
pero mi parte latina sin pensarlo dos veces y como llevaba algunas copas de más,
cruzó trotando alegremente, cántico de por medio la amplia avenida… y en todo
mi ser sentí por un instante un gozo inexplicable sabiendo que estaba rompiendo
las reglas sin asco.
Pero un vozarrón, como de ultratumba, que después me percaté
que era de ese señor me arrancó de mi trance alborozado como si me hubieran
dado una bofetada.
¡El semáforo está en rojo y no se cruza!
Del susto me tambaleé unos instantes hasta que mi mente
racional pudo volver a tomar el control de la situación, para seguir camino no
sin antes levantar mi mano derecha y saludarle a ese sujeto con un “Heil Hitler”
a ese pobre diablo que no conocía otra cosa que obedecer a como dé lugar aunque
sea estúpido.
Y pensé “esos son los que hicieron posible la subida al poder
de tan ominoso personaje”.