3.12.19

Honrar a papá y mamá ...o amar a papá y a mamá.


¿Honrarás a papa y a mama…
o amarás a papá y a mamá?

¿Qué sentido tiene obedecer o incluso honrar a los padres cuando
 nosotros vemos que no tiene sentido, y valga la redundancia?
¿Qué ocurriría?
 ¿Caería un rayo celestial fulminante que nos borre de la faz de la tierra?
¿O podríamos descubrir que detrás del conflicto, las diferencias, la distancia incluso
 la pelea, se abre un espacio virgen de la relación con los padres,
 inimaginable, madura y sumamente interesante?
Como de la calma reconfortante después de la tormenta…

Kelsey Vere

Habrá ocurrido hace quizás 35 años. Eran las 04:00 de la mañana, un invierno oscuro. Soplaba un viento frío, casi polar por las calles de mi ciudad universitaria de Bonn, Alemania.
Venía de una fiesta latina…( porque las alemanas terminaban a las 12:00) y pensé que no iba a haber un alma en esas circunstancias, cuando sorpresivamente vi parado a un hombre ya mayor ante un semáforo, esperando que se active la luz verde para cruzar.
“Typisch deutsch “(típico alemán) pensé para mis adentros, pero mi parte latina sin pensarlo dos veces y como llevaba algunas copas de más, cruzó trotando alegremente, cántico de por medio la amplia avenida… y en todo mi ser sentí por un instante un gozo inexplicable sabiendo que estaba rompiendo las reglas sin asco.
Pero un vozarrón, como de ultratumba, que después me percaté que era de ese señor me arrancó de mi trance alborozado como si me hubieran dado una bofetada.  
¡El semáforo está en rojo y no se cruza!
Del susto me tambaleé unos instantes hasta que mi mente racional pudo volver a tomar el control de la situación, para seguir camino no sin antes levantar mi mano derecha y saludarle a ese sujeto con un “Heil Hitler” a ese pobre diablo que no conocía otra cosa que obedecer a como dé lugar aunque sea estúpido.
Y pensé “esos son los que hicieron posible la subida al poder de tan ominoso personaje”.




Cuando obedecemos un precepto, un mandamiento, si, incluso una ley, podemos hacerlo de la misma manera. O nos dejamos llevar por la obsesión de tener que cumplirla a como dé lugar, o ponemos en la balanza del aquí y del ahora su utilidad y sobre todo su sentido.

Honrarás a tu padre y a tu madre
¿Qué sentido tiene obedecer o incluso honrar a los padres cuando nosotros vemos que no tiene sentido, y valga la redundancia?
¿Qué ocurriría? ¿Caería un rayo celestial fulminante que nos borre de la faz de la tierra?
¿O podríamos descubrir que detrás del conflicto, las diferencias, la distancia incluso la pelea, se abre un espacio virgen de la relación con los padres, inimaginable, madura y sumamente interesante? Como de la calma reconfortante después de la tormenta…

Ahora bien es un proceso como el del nacimiento de un ser humano. Peligroso y complejo. Cualquier intento de asegurar la armonía y entendimiento existentes anteriormente por ejemplo, abortaría ese nacimiento. Porque para dar lugar a lo nuevo primero tiene que morir lo viejo.
Y eso es tan válido para el hijo que quiere mantener los privilegios de hijo, como para la madre que no puede renunciar a su trono maternal.
Cuando el hijo o la hija en realidad siguen siendo hijos e hijas a pesar de tener otra familia y se mantiene la estructura familiar en el fondo, nunca se podrá avanzar a la otra etapa. Es lo que ocurre en muchas sociedades tradicionales como la nuestra, en Paraguay, o las sociedades rurales en todo el mundo.

De acuerdo con Freud hay que “matar” a los padres.
Pero para que exista un reencuentro verdadero debe haber un cambio por ambos lados.
Si los padres y sobre todo la madre siguen viendo y tratando a los hijos como seres humanos dependientes, débiles, inexpertos y necesitados de su “irreemplazable” ayuda, y si esa visión opaca la realidad de aquello en que se han convertido el conflicto inicial puede desembocar en una distancia definitiva y mucho dolor por ambos lados.
Si en cambio se supera ese escollo, renace el amor entre ambas partes, enfocado en una nueva realidad que abre opciones y recursos nunca antes experimentados y promueve y fomenta el crecimiento de todos y cada uno de los individuos que participan de ese proceso.

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