¿Qué bueno es realmente un padre bueno para el hijo?
Una de las escenas del Peer Gynt de Ibsen que más me
impresionó, y no solamente porque la haya presenciado, sino por la profundidad
de su impacto y significado es aquella en la que el personaje principal, en un
barco, ya volviendo a su hogar después de años de fechorías, engaños y desventuras
oteando el horizonte, despavorido, descubre unos negros nubarrones que comienzan
a formar algo que vaticina una tormenta funesta. Sabiendo en el fondo que si
se muere esa noche iría directo al infierno declara algo así como “…en una
noche como esta, Dios es peligroso”
Y es que Dios, como padre no siempre es o ha sido el
bondadoso, el del amor incondicional, el que todo lo perdona aunque hoy muchos
lo quieran poner así. En el fondo, a veces sigue siendo el “padre malo”.
La diferencia que hay entre “los de antes” y “los modernos
de hoy” es que nuestros ancestros podían convivir con la idea de un “Dios malo”.
Si bien le tenían más miedo que respeto, a veces incluso, en el fondo y en según
qué circunstancias lo deseaban y sobre todo lo emulaban en sus familias y su
educación.
¿Qué ha pasado? Que hoy en día el concepto del padre malo, o
sea el hecho que Dios pueda suponer una amenaza a nuestra existencia, y por
ende nuestro propio padre en carne y hueso también, ha sido desplazado, defenestrado
y sobre todo reemplazado por un concepto de padre en el fondo desnaturalizado. ¡El
papá malo es un abusador, un pegador, es un papá violento! Padre bueno es el
que entiende, comprende, tiene mucha paciencia y sobre todo es un mago que sabe
imponer el orden sin necesidad de usar el rigor ni la firmeza. Y si la usa,
debe hacerlo con guantes de seda…
Dejando el sarcasmo de lado debemos enfrentar el hecho que en
realidad ¡Papá es malo, a veces! Y es más ¡lo debe ser! no solamente porque forma
parte de su función sino simplemente porque es un ser humano de carne y hueso
tan imperfecto como la naturaleza que nos rodea.
¿Por qué forma parte de su función?… Porque la vida a veces es
“mala” y la mejor manera que tiene un niño de aprender a convivir con esa
realidad y desarrollar herramientas psicológicas con las que lidiar con ella es
confrontándola donde más le afecta, en su propio padre.
La naturaleza que nos rodea está llena de peligros.
Tsunamis, terremotos, el Dengue, la malicia de personas en quien confiamos,
asaltos a plena luz del día, etc.
Todo eso forma parte de nosotros tanto como nosotros del
mundo en que vivimos. Nuestro padre vivirá en nosotros más allá de nuestra
propia y singular existencia. Nuestros hijos llevaran sus genes y los hijos de
ellos. Todo lo bueno y lo malo forma parte
de nosotros igual que nuestro padre, y nosotros de él.
Papá a veces tiene días malos y a veces buenos pero sobre
todo tiene una función. Evitar que salgamos a la vida y a la calle sin estar
preparados. A veces puede ser injusto, malo e incluso peligroso pero no
olvidemos nunca que si en realidad no le importáramos simplemente se pasaría el
día en la oficina, vendría a una hora en la que de todos modos ya no puede
hacer nada y sobre todo trataría de evitar conflictos antes de crear uno
queriendo corregirnos.
“El que te quiere te aporrea” dice un viejo dicho español. La vida de grandes hombres como Bismarck,
Ramón y Cajal, Mozart, etc. ha tenido padres en parte sumamente severos.
Ninguno de esos padres tuvo la intención de criar genios, y aún así nos los han
legado.
¿Porque? Porque más allá de ser buenos o malos hacían lo que
había que hacer.
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