5.2.20

Yo quiero

“Yo quiero”

(Extracto del libro “Ser consciente es TODO, TODO es conciencia”) de Wilfried Nelles...en proceso de traducción


El niño
Una de las frases más importantes para ponerse en contacto consigo mismo es "quiero" o "no quiero".
" quiero" es la frase natural de un niño que expresa una necesidad. Es natural, porque un niño tiene que acudir a un ADULTO cuando necesita algo. No puede preparar su propia comida, no puede comprar ropa o juguetes, en resumen: no puede satisfacer sus propias necesidades, por sí mismo, tiene que expresarlas de alguna manera y depende de que otros le den lo que necesita.
Los padres (u otros educadores) pueden darle lo que quiere o negárselo. Todo el poder está en ellos. Si no se lo dan, pueden hacerlo arbitrariamente o con justificación dándole, a entender, por ejemplo, de que los deseos y las necesidades no pueden ser satisfechos de forma ilimitada, porque tampoco los padres son todopoderosos, o porque son pobres o porque no quieren, como el niño quiere, o porque quieren que entienda que en la vida no todo funciona de acuerdo con los deseos. De este modo, el niño descubre que hay límites, algo que muchos adultos ya no quieren ver, tal vez porque no lo han experimentado cuando eran niños o porque sus padres no supieron transmitirlo de manera adecuada, pero con toda seguridad también porque la conciencia moderna desdeña límites tanto a nivel psicológico y espiritual como a nivel material.

Pero los padres también pueden transmitirle a un niño que está mal decir "quiero". Como era el caso, por ejemplo, en mi infancia, la de los años cincuenta.
La respuesta a un “quiero” no se hacía esperar: “¿Cómo?" y luego: "Hay que "pedir” Querer estaba prohibido, había que pedir. Con ello las relaciones de poder estaban claras. Hoy en día, los padres "modernos" le piden a sus hijos, por ejemplo, que sean un poco más silenciosos, o que por favor hagan o dejen de hacer esto o aquello. Esto también aclara la relación de poder, aunque los educadores esperen que se cumpla su "petición".
De hecho, se confunde a los niños con esto: por un lado, se dice constantemente "por favor" y, por otro, se esconde una orden solapada en esa petición. Pero también las órdenes se encuentran en la lista negra de la conciencia moderna, por lo que se esconden detrás de la palabra "por favor". Pero, al mismo tiempo, expresa una renuncia ante los deseos infantiles y lo que quiere. Quien ya no reconoce limitaciones no puede poner límites a los demás.
Volviendo al infantil "yo quiero": es una declaración natural y necesaria del instinto de supervivencia y superación y, como tal, debería ser respetada, independientemente de si se da al niño lo que quiere o no. Si un niño no puede decir "yo, quiero" en voz alta, es reprimido en su expresión de sí mismo - sin importar de cómo eso ocurra, ya sea como en los tiempos antiguos ejerciendo el poder autoritariamente, o mediante la violencia o haciendo uso de los muchos trucos manipuladores a los que hoy en día se les llama "educación". Eso no significa que haya que dar rienda suelta y seguir la voluntad infantil. En resumen, el niño debe poder querer y el adulto tiene el permiso de no querer o no darle al niño lo que quiere. De esa manera el niño aprende que su voluntad (querer) es limitada por la voluntad (querer) de otro, una lección importante para toda la vida.
El joven o adolescente
En el caso de los jóvenes se modifica el significado de "yo quiero". Si el énfasis en el niño estaba en el quiero, en el deseo, ahora está en el yo o sea " YO quiero". Ya no se trata, en primer lugar, de tener que expresar una necesidad que no se puede satisfacer mediante la acción propia, sino de independencia. El " yo quiero " del joven es, en un principio, una declaración de sus ansias - tan natural como en el caso del niño - de libertad e independencia. "En primer lugar", pero no exclusivamente el deseo infantil, ya que ese, si no ha sido satisfecho o respetado o ha sido reprimido, no desaparece. La declaración de ahora se convierte en una reivindicación.
De la necesidad de tener que dejar la satisfacción del deseo en manos de aquellos que ostentaban el poder, surge la exigencia (reclamo) de obtener lo que se quiere. Una vez más, la forma en que se manifiesta ese reclamo es secundario, abierta o discretamente, agresiva o defensiva-mente...
Cuanto más claramente es expresado y percibido tanto más claro es el enfrentamiento con la realidad, de que nuestro querer tiene límites - y no de aquellos que tienen el poder para hacerlo, sino y sobre todo por la naturaleza, por el simple “ser” de la vida humana ante todo.
Eso es lo que el niño todavía no ha podido saber y lo que tiene que aprender el joven: que no son los padres o, en general, los grandes o los poderosos los que ponen límites a nuestros deseos, sino la naturaleza o la vida misma. Al mismo tiempo, es algo que el joven ni a palos quiere entender.
Y cuando digo "el joven", me refiero no sólo a los jóvenes individuales, sino también a la conciencia juvenil, que es a su vez también la conciencia moderna. Esta conciencia que hoy predomina en las sociedades modernas y aspira a ser "autónoma."
"Autónomo" significa que quiere darse sus propias leyes (griego: (autos = auto, nomos = ley), que quiere decidir por sí mismo. En la medida en que esto significa desprenderse de la tutela de otros, se trata, como he dicho, de un movimiento natural que no sólo es legítimo, sino incluso necesario para llegar a uno mismo. Sin embargo, si, como ocurre hoy en día, significa ignorar o negar nuestra impotencia fundamental frente a las condiciones y limitaciones naturales de la vida, es una sobrevaloración narcisista del ser humano moderno. De hecho, este narcisismo es la condición psicológica fundamental de nuestro tiempo.
Paradójicamente, esto se hace patente, claramente reconocible y, por lo tanto, accesible a la propia conciencia cuando se expresa "yo quiero" con toda franqueza, en ambas variantes, o sea con énfasis en "querer" y con énfasis en "yo".
El "quiero " confronta a uno con los límites de la voluntad, el " Yo quiero" con los límites del yo. Como no nos gusta ver ni sentir estos límites (en ninguno de los casos) muchos evitan decir "yo quiero". Si a esto añadimos que en la infancia estaba prohibido y era sancionado de cualquier manera el uso de la oración: "Yo quiero", se hace más difícil. Sobre todo cuando el niño ha tenido la impresión de que se le dejaba de querer cuando lo decía. Entonces, llega incluso a ocultar su "querer" y sus deseos reales ante sí mismo y más tarde cuando es adulto ese ser humano ya no sabe (ha olvidado) lo que quiere. Sólo re-acciona a lo que otros dicen, quieren o hacen, ya sea siguiéndolos , rebelándose contra ellos o criticándolos. La propia voluntad - y, por tanto, la propia vida - quedan en el olvido en ambos casos.
Cuando digo "Yo quiero", básicamente estoy 
como parado desnudo. Estoy desnudo y solo en el mundo con mis deseos, mis necesidades y mis anhelos, a merced del mundo. Todo el mundo puede verme en toda mi necesidad humana y tal vez también mis deseos humanos más primarios e instintivos y yo mismo también me puedo ver. Y si lo digo sin la expectativa infantil de que alguien más tendría que concederme esos deseos sin berrinches y sin pataleos y sin la pretensión juvenil de tener derecho a que la vida sea como me gustaría que fuera, entonces me estoy enfrentando también a toda mi impotencia. Pero, al mismo tiempo, y esta es la paradoja, entonces, y sólo entonces, por primera vez, me encuentro ahí en toda mi fuerza, en la fuerza de mi voluntad y querer y de mi propio ser. De una voluntad que no quiere forzar nada, ni siquiera espera algo, pero que es fiel a sí misma. Esa lealtad hacia sí mismo, sus necesidades, anhelos, impulsos instintivos, incluso lujuriosos, es lo que define esa fuerza. Pero sólo si dejo abierta la opción de satisfacer los mismos. En el momento en que creo que deben ser satisfechos me debilito, porque eso no está en mis manos. Incluso si fuera tan rico o tan poderoso que pudiera permitirme todo lo material u obligar a otros a obedecer mi voluntad, no puedo doblegar a la naturaleza. Incluso el más rico y poderoso sigue sometido a ella, básicamente sigue siendo un pequeño gusano que muere igual que cualquier otro. De hecho, cuanto más intento imponer su cumplimiento y cuanto más intento ser "autónomo", más me ato y enredo a mis deseos y a las dependencias que conlleva. Así que si expreso "Yo quiero” sin pretensiones, me encuentro a mí mismo, a mi humanidad y a como es la vida. Eso hace a la vez fuerte y humilde.

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