The Irishman
El perfil “bueno” de un asesino o mafioso
Otra de las películas que nos llega de Hollywood y que tiene
toda la intención de alzarse con varias estatuillas es The Irishman.
Lastimosamente y de acuerdo con la ya típica actitud “yankee”
mucho más pronunciada en estos momentos políticos, es casi explícitamente norteamericana,
o sea el que no conoce la historia de los Estados Unidos de las décadas en las
que se desarrolla se queda afuera. Muy ajustado también a la vieja doctrina
Monroe “América para los americanos”.
Me pregunto por ejemplo cuántos estadounidenses sabrán dónde
queda Paraguay.
O sea que pocos van a poder disfrutar la película en un
ciento por ciento si nunca escucharon hablar de Jimmy Hoffa, Lansky, Costello, etc.
u otras figuras emblemáticas de aquella época.
Lo que sí queda claro es que el tema de la mafia o “mob”
como suelen apodarla los gringos es algo que les fascina… ¿porque será?
Por otro lado, y la razón por la que finalmente pude
aguantar la duración de la cinta (de aproximadamente 3 horas y media) es la
manera como con pinceladas mágicas y escenas simples pero muy conmovedoras y
profundas Scorsese nos muestra el cuadro de una amistad entrañable e intensamente
humana, que contrasta violenta y brutalmente con la personalidad asesina de
Sheeran por un lado y la falsa y demagógica de Hoffa por otro. O sea la amistad
entre bandidos es posible…
La nota amarga o mejor dicha trágica y triste – y que por
favor los que no hayan visto la película todavía o no conozcan la historia me
perdonen – es el desenlace, que por otro lado sitúa a esas figuras “exitosas”
en el sentido y contexto americano de esa época, en exactamente el lugar en
donde se hallaban: la mesa en la que el mismísimo diablo suele cenar con sus
comensales y que si bien es un lugar privilegiado y ofrece la consumación de
todos los placeres imaginables exige un alto precio, del que ni el presidente Kennedy
pudo salvarse, como se insinúa en la película.
¿Será esa una constante americana? Invita a reflexionar, y
sobre todo a volver a mirar si ese modelo de éxito que de alguna u otra manera con
toda probabilidad sigue vigente, aunque por supuesto mucho más sutilmente, es
un ejemplo a seguir.
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